Con el nuevo musculo del vapor bajo el brazo, los científicos del siglo 18 se desataron en innovaciones. Tenían como utilizar los joules en sus manos y un mundo de posibilidades abiertas. Descubrimientos llevaron a más descubrimientos, y a la vuelta del siglo 19 el progreso culmino en un invento que es considerado el punto de inflexión que cambió por siempre el rumbo de la historia humana: El motor de vapor.
Imaginemos una vieja
tetera cuando empieza a silbar con fuerza que ya está listo el té. Ahora imaginemos
que el vapor en vez de salir por el agujero lo conectamos a una manguera que
lleva esa explosión a un cilindro vacío que luego suelta esa energía. Cuando el
vapor entra y sale empuja con fuerza un pistón adentro del cilindro que se
mueve de arriba abajo. Esto por supuesto, es una sobre simplificación de cómo funciona un
motor a vapor. Dependiendo del vehículo, ese movimiento arriba-abajo del pistón
puede hacer diferentes cosas. En el ejemplo de una locomotora, el pistón va
unido a una barra de metal que en el movimiento arriba-abajo mueve las ruedas.
Utilizando el motor a
vapor, la humanidad salto de los barcos de vela a barcos de vapor, y de carruajes
jalados por animales a locomotoras. En las fábricas también se puso a trabajar
el motor, cambiando los molinos de agua por molinos a vapor mucho más
eficientes.
Con la nueva habilidad
de transportar materiales y mercadería más lejos, más rápido, y a fábricas más
eficientes, comenzó la revolución industrial. Muchos dicen que el vapor fue el
detonante de la revolución industrial, pero en realidad solo fue el
intermediario –después de cientos de años del hombre utilizando la combustión,
el verdadero detonante de la revolución industrial fue el descubrimiento del
fuego.
El problema de haber domado a la bestia del fuego, es que a partir de ahí empezamos a quemar todo lo que se nos pusiera enfrente. Durante la mayor parte de la historia humana, cuando la gente quería quemar algo, salían y buscaban leña. Fácil. Pero ahora estamos en el siglo 19, y la leña ya no satisfizo el hambre de quemar cosas.
El humano ya había experimentado
quemando diversas cosas. En Inglaterra, ya suplementaban la leña quemando una
piedra negra que encontraban en sus costas llamada carbón. El problema era que
al contrario de la madera, el carbón no estaba situado convenientemente en la
tierra. Estaba bajo el suelo, y cuando comenzó la revolución industrial los
ingleses se dieron cuenta que tenían que excavar porque iban a necesitar carbón,
y mucho. A medida que la revolución industrial se expandió por el resto de
Europa y América, todos comenzaron a excavar pues también iban a necesitar
mucho carbón.
Mientras todo el mundo
excavaba, empezaron a encontrar otras cosas. Encontraron bolsas de aire
comprimido que se podía quemar y le llamaron “gas natural”, también encontraron
un líquido negro inflamable al que le denominaron “petróleo”.
Resulta entonces que
todo este tiempo la humanidad había caminado sobre vastas cantidades de un tesoro
si utilizar, miles de joules empacados bajo la tierra. Fue como si un perro
queriendo enterrar un hueso se encuentra una mina de chuletas de carne. Y que hace
un perro cuando se encuentra una mina de chuletas de carne? se detiene a pensar
cómo proceder y cuáles serían las consecuencias para su salud? Por supuesto que
no! Se come todo lo que puede, lo más rápido que pueda y sin importar lo que
pase.
Durante todo el siglo 19
las minas de carbón y los pozos petroleros surgieron a diestra y siniestra. Quemar
estos tesoros de joules hizo que la economía alzara y junto con ella el incentivo de innovar –nuevas y fantásticas tecnologías fueron naciendo.
Al igual que la tecnología del motor a vapor, la revolución eléctrica se debe al resultado de la colaboración de decenas de científicos e innovadores a través de los siglos. Pero fue hasta 1880 que finalmente tuvo frutos. En lo que probablemente es el avance tecnológico más importante de la historia, la electricidad permitió que el poder energético del fuego se transformara en una forma maleable de energía eléctrica. Con el vapor como intermediario, todos esos joules espásticos de la combustión pudieron ser enviados a una organizada red de cables, transferidos a la distancia, y llevados a residencias o fabricas donde pacientemente esperarían en un enchufe a ser descargados a conveniencia.
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